Mi vida en un camión – Crónicas de camionetica

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Dos horas al día. Eso cuando tengo suerte, porque podrían ser más. Dos horas es el tiempo mínimo que paso dentro un camión del transporte público que me lleva y me trae de casa al trabajo en mi cotidianidad en la Ciudad de México. Traducido al caraqueño, camión es «la camionetica», «el carrito», «el autobús», «la buseta», «el porpuesto».

Una hora, al menos, en la mañana; otra hora en la tarde, un trayecto que por los vaivenes de la rutina o el clima, podría hacer casi con los ojos cerrados, como un robot automáticamente programado, casi como un loop que se repite una y otra vez sin cambios apreciables; casi sin decisión, ni disposición.

Un trayecto que pudo haberse convertido en una dinámica monótona sin ningún otro sentido que el traslado mismo, a no ser por la extravagancia interna de los camiones que encienden todos mis sentidos, me ponen en el más inquieto estado de alerta. Los camiones a los que me subo a diario son un derroche de extravagancia, religiosidad y musicalidad que, muy difícilmente, pasa desaparecida. A diario, el camión me rescata: pasar dos horas a bordo, paradójicamente, me salva el día.

Cada esquina cuenta una historia, y yo, aquí, encuentro la mía. Mi vida en un camión – Crónicas de camionetica es un seriado para mostrar, desde una visión absolutamente personal, lo inesperado de lo cotidiano, lo excéntrico de lo habitual, lo poco convencional que puede ser algo tan convencional como el transporte público de una ciudad tan grande, movida y diversa como ésta, Ciudad de México.